viernes, noviembre 03, 2006

Vuelo 13

61.
“La fuerza vital fundamental, al moverse con el ritmo milagroso del cosmos, se manifiesta en una infinidad de formas misteriosas. Existe en los objetos insensibles como en la vida de los pájaros y mariposas. El cuerpo humano es, simplemente, la manifestación más delicada y maravillosa de esta fuerza vital, pero lo que llamamos ‘ley física de la vida’ incluye no sólo el cuerpo humano y su funcionamiento, sino la totalidad de este mundo dinámico del aquí-y-ahora, en donde la fuerza vital se manifiesta en forma perceptible.
... Los químicos experimentan con materias inorgánicas y descubren leyes químicas, mientras que los fisiólogos estudian a los seres vivos y descubren leyes orgánicas. Es importante recordar que estas leyes son sólo manifestaciones específicas de la ley física de la vida. El elemento físico en sí es todo el mundo perceptible, en el cual la fuerza vital está manifiesta como ley y como poder generador.”
Daisaku Ikeda, La vida, un enigma, 1982.

62.
“... la biosfera no contiene una clase previsible de objetos o de fenómenos, sino que constituye un acontecimiento particular, compatible seguramente con los primeros principios (de la física), pero no deducible a partir de ellos. Por lo tanto, esencialmente imprevisible... Diciendo (esto)... no pretendo en ningún modo sugerir que (los seres vivos) no son explicables según estos mismos principios, a los que en cierto modo trascienden, y que otros principios sólo aplicables a ellos, deban ser invocados. La biosfera es, en mi opinión, imprevisible en el mismo grado que lo es la configuración particular de átomos que constituyen el guijarro que tengo en mi mano. Nadie reprocharía a una teoría universal el no afirmar y prever la existencia de este guijarro en particular; nos basta que este objeto actual, único y real, sea compatible con la teoría. Este objeto no tiene según la teoría, el deber de existir, mas tiene el derecho.”
Jacques Monod, El azar y la necesidad, 1970.

63.
“La noción de teleonomía implica la idea de una actividad orientada, coherente y constructiva. Por estos criterios, las proteínas deben ser consideradas como los agentes moleculares esenciales de las performances teleonómicas de los seres vivos.”
Jacques Monod, El azar y la necesidad, 1970.

64.
“Es preciso admitir que la secuencia “al azar” de cada proteína está de hecho reproducida millares o millones de veces, en cada organismo, en cada célula, en cada generación, por un mecanismo de alta fidelidad que asegura la invariancia de las estructuras...
No es necesario conocer los detalles de este mecanismo para comprender la significación profunda del misterioso mensaje que constituye la secuencia de los radicales de una fibra polipéptida*. Mensaje que, según todos los criterios posibles, parece haber sido escrito al azar. Mensaje, sin embargo, cargado de una sentido que se revela en las reacciones discriminativas, funcionales, directamente teleonómicas, de la estructura globular... Una proteína globular (1) es ya, a escala molecular, una verdadera máquina por sus propiedades funcionales, pero no, lo vemos ahora, por su estructura fundamental, donde nada se discierne más que el juego de combinaciones ciegas. Azar captado, conservado, reproducido por la maquinaria de la invariancia y así convertido en orden, regla, necesidad. De un juego totalmente ciego, todo, por definición, puede salir, incluida la misma visión. En la ontogénesis de una proteína funcional, el origen y la filiación de la biosfera entera se reflejan, y la fuente última del proyecto que los seres vivos representan, persiguen y cumplen, se revela en este mensaje, en este texto preciso, fiel, pero esencialmente indescifrable que constituye la estructura primaria. Indescifrable, ya que antes de expresar la función fisiológicamente necesaria que él cumple espontáneamente, no revela en su estructura más que el azar de su origen. Pero tal es, justamente, el sentido más profundo de este mensaje que nos llega del fondo de las edades.”
Jacques Monod, El azar y la necesidad, 1970.

proteínas: son moléculas muy grandes, de peso molecular entre 10.000 y 1.000.000 ó más; están constituidas por otro tipo de moléculas grandes, los “aminoácidos”. Toda proteína tiene entre 100 y 10.000 radicales aminoácidos. Pero estos radicales pertenecen sólo a 20 especies químicas diferentes que se encuentran en todos los seres vivientes, desde las bacterias al ser humano.
“Esta monotonía de composición constituye una de las más patentes ilustraciones del hecho de que la prodigiosa diversidad de estructuras macroscópicas de los seres vivos reposa en realidad sobre una profunda... unidad de composición y de estructura microscópica”, dice Monod.
Hay dos clases principales de proteínas: las proteínas llamadas “fibrosas”, moléculas muy largas que juegan en los seres vivos un papel principalmente mecánico, como las de los músculos; y las “globulares”, que son mucho más numerosas y cumplen las funciones más importantes.
Una bacteria puede contener 2.000 ó 3.000 proteínas diferentes. Los animales superiores, como el ser humano, contienen cerca de un millón.


* fibra polipéptida: cadena de aminoácidos de una proteína.
(1) proteínas globulares: en ellas las fibras formadas por la polimerización secuencial de los aminoácidos están replegadas sobre sí mismas, de manera extremadamente compleja, confiriéndoles a estas moléculas estructuras compactas, pseudo-globulares.

(Extraído de la misma fuente de Monod)

65.
“La reasociación de subunidades de una misma especie proteínica no se produce sólo en una solución que contiene sólo esa proteína. Tiene lugar, igualmente, en mezclas complejas con centenas, si no millares, de otras proteínas. Prueba que hay, una vez más, un proceso de reconocimiento de una extrema especificidad, evidentemente debido a la formación de complejos estéricos no covalentes asociando los protómeros entre sí... A partir de una solución de moléculas monoméricas, desprovistas de toda simetría, han aparecido moléculas mayores y de un grado de orden superior que, del mismo golpe, han adquirido propiedades funcionales, antes totalmente ausentes.
Lo esencial... es el carácter espontáneo de este proceso de epigénesis molecular. Espontáneo en dos sentidos:
1- El potencial químico necesario para la formación de los oligómeros no ha de ser inyectado en el sistema: se debe considerar que está presente en la solución de los monómeros.
2- Termodinámicamente espontáneo, el proceso lo es de la misma manera cinéticamente: no se requiere ningún catalizador para activarlo. Esto gracias, evidentemente, al hecho de que las uniones empleadas son no covalentes. Hemos subrayado la extrema importancia del hecho de que la formación, como la ruptura, de tales uniones no pone en juego más que energías de activación casi nulas.”
Jacques Monod, El azar y la necesidad, 1970.

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